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Crecer con la Memoria

Carmen Creció

CARMEN CRECIO
Por LOURDES REY
Para todos en la casa fue una sorpresa aquella decisión suya de estudiar medicina. Sus habilidades manuales, su capacidad para componer cualquier objeto, hacían pensar que se inclinaría por la ingeniería. También el abuelo creyó que seguiría sus pasos y se haría abogado. Su sentido de la justicia y la manera en que habla, en la que sentencia con dulzura, lo hacían suponer tal idea.
En enero de 1987 iniciaba la carrera en el ISCM de Villa Clara. Como siempre sería una excelente estudiante. Comenzamos a verla con batas blancas, libros de Embriología, Fisiología, Anatomía. Un día, seis años después, recibía su título en la Plaza de la Revolución Comandante Ernesto Guevara de Santa Clara. Confieso, que para aquella fecha, en la casa nada cambiaba en cuestiones de enfermos y enfermedades, seguíamos teniendo los médicos de costumbre, poco se le tenía en cuenta.
Al terminar la carrera pudo aspirar a una especialidad directa. Prefirió un consultorio médico de la familia. Su práctica social la realizó en el entronque de Guasimal, uno de los municipio intrincado de la provincia de Sancti Spíritus.
Allí conocimos de su asistencia a partos complicados, de esfuerzos para lograr tener la mortalidad infantil en cero, de conversaciones con la población para cambiar hábitos de vida, de círculos de interés para adolescentes y abuelos, de motivar el uso de la medicina tradicional, de detectar enfermedades complicadas, de visitas a media madrugada a una persona, no importaba lo lejos que estuviera su casa, porque la presión había subido y podría haber un infarto.
Empezamos a respetarla. En su comunidad se llegó a pensar que era casi maga. Con mirar a sus pacientes o tocarlos en algún exacto lugar decía, ’ Es tal cosa, vamos hacer una análisis, investigar aquí o, no es de importancia, con el examen físico basta’. Cuando se le preguntabas porque se conformaba con el examen físico afirmaba:Usar la propedeutica es una increíble garantía, lo que hay que hacerla con esmero y hasta el más cuidadoso detalle, el profesor Díaz Alba nos lo enseñó, el examen físico, habla”.
No le gusta consultar a la familia, pero no puede separarse de su profesión. En una ocasión me dijo, ” si mis ojos no me engañan estas embarazada, la maternidad renueva las células y a ti se te ven renovadas”. Ocho meses después nacía mi hija. Otro día recibo una llamada por teléfono, “busca una ambulancia, abuela al sentarse se fracturó la cadera,” –cómo lo puedes saber, sin placa y sin caerse, le interrogo. Responde ” ya la examine, la controle y es así”. Horas después abuela estaba en el quirófano. Como casi todos los médicos cubanos, se equivoca poco.
Su nombre es Carmen, en Griego significa poema, ella misma pudiera inspirar uno, si se le observa con que ternura y delicadeza examina a un niño. Es mi hermana, en la actualidad cumple misión internacionalista en la República de Gambia. Hacia allí partió, junto a otros 150 colegas, el 28 de agosto pasado. Su labor es como parte del claustro de profesores de la Facultad de Medicina de ese país, inaugurada con mucho esfuerzos por profesionales cubanos, desde hace varios años a iniciativa de nuestro Comandante en Jefe.
Desde su llegada a Gambia noto que mi hermana ha cambiado. Como ser humano es aún mejor. La realidad de aquel paraje la ha vuelto más sensible, en unos de sus correos apunta: ” Desde que llegué no hago más que pensar en el Che y lo importante que hubiera sido, para este continente, la victoria de su gesta en el Congo. Nosotros los cubanos no estamos acostumbrados a convivir con la muerte. En Cuba es una rareza que muera un niño, hay que ver como nuestros especialistas lo dan todo por salvar vidas. Y ese esfuerzo ya tiene frutos pues la mortalidad infantil se ha reducido notablemente desde que los cubanos andamos por estas tierras.
“ Cambiar costumbres y hábitos higiénicos es muy complicado pero los nuestros se entregan a fondo por lograrlo y así prevenir enfermedades. Sobre este pueblo gravitan siglos de esclavitud y su gobierno de manera sincera está dedicando recursos y voluntades por mejorar sus condiciones de vida, pero el reflejo de las condiciones anteriores pesan. Los médicos cubanos se han ganado el respeto y la admiración de los gambianos, gentes nobles y desinteresadas, que agradecen lo que aquí se hace y es de admirar pues nuestros galenos lo ofrecen todo sin importarle el más mínimo sacrificio. A mí, desde mi posición de profesora, me corresponde formar los profesionales de este país que siguen las huellas y el ejemplo de nuestros compañeros.
Tengo que prepararme diariamente y hacerlo con más interés que en Cuba, pues el idioma y las característica de mi asignatura , Medicina Comunitaria, aquí requiere de mucho tacto. Solo pienso en estudiar y hacerlo bien. No importan las condiciones de vida, que por demás son difíciles. Ni la lejanía. Me anima ser médico cubano, te lo aseguro”.
Nunca me imagine que mi hermana, tan precisa, y aparentemente poco preocupada por cuestiones externas a de su profesión, pudiera escribir algo tan profundo. Carmen, creció y lo que alienta es que no es un caso aislado, es uno entre los miles de galenos cubanos, que cumplen misión en cualquier parte del mundo, quienes dejan hijos y familia para poner en la más alta escala la solidaridad del pueblo cubano

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