EL JESÚS CURBELO DE MIS RECUERDOS
EL JESÚS CURBELO DE MIS RECUERDOSPOR LOURDES REY VEITIA Desde que supe que se presentaría el título Éxodo, en la Feria Internacional del Libro en la provincia de Villa Clara remonté mis recuerdos veintidós años atrás. Jesús David Curbelo, su autor, está en Santa Clara, donde acude cada año a esta festividad literaria. No es su tierra natal, pero sí de formación.Jesús, por que el bíblico David vino después; estaba reservado para el escritor, llegó a la universidad con un maletín de moda en 1984. En cima del equipaje un libro añorado y extraño para los que nos iniciaríamos en la carrera de Letras, en la Universidad Central de Las Villas: Paradiso, de José Lezama Lima.En menos de una semana nos dimos cuentas que Curbelo, como le llamaron los profesores, nos llevaba a todos sus condiscípulos no menos de 100 títulos de ventajas. Alcanzarlo fue una meta, todo lo que leía se iba pasando de mano en mano y sus recomendaciones literarias serían inobjetables.Ya a los 17 años conocía a los clásicos universales, de Latinoamérica a Benedeti, Neruda, García Márquez, Borges y de Cuba a Lisandro, Eliseo Diego, Félix Pita, Guillén, Retamar, Carpentier y por supuesto Lezama. En cuestiones de idioma era excelente, tenía profundas nociones de ingles y francés.No fue el alumno de mejores notas, tenía otros intereses. Pero todos sabíamos que era el de formación más completa. En las clases de Filosofía, Economía Política, Movimiento Obrero atendía los primeros veinte minutos, luego hacía décimas. Para las de Lingüística, Gramática o Historia de la Lengua inventó un raro ejercicio de buscar palabras, unirlas y ver que salían de ellas. En cambio las de poesía o narrativa le parecían cortas, aunque el reloj estuviera cerca del horario de almuerzo o de la salida del tren hacia Camaguey.En las peñas literarias de la facultad o el taller de poesía de Alfaro, el profesor de Latín, era el que más sorprendía y no por lo inaccesible del discurso de moda, sino por lo profundo de sus ideas y sus ya fuertes imágenes. Siempre supo y dijo que sería escritor.
Su tesis de grado, pudiendo dedicarla a cualquiera de los grandes de la literatura universal, la hizo en Carlos Galindo Lena, poeta villaclareño, vivo entonces. Fue un estudio que gratificó al viejo escritor y que Jesús David, creo, emprendió en agradecimiento también a las largas horas que aquel le dedicó a su naciente y juvenil poesía.
Bohemio, trasnochador, galante, enamoradizo. Conversador de exactas palabras y fina ironía, de humor sacado de lo más culto y elevado, aunque nada petulante. Siempre tenía consigo cuartillas en blanco que esperaban ser llenadas de sueños. Su obsesión por escribir era tal, que todos los del grupo guardamos algún verso de su puño y letra, yo tengo el mío donde me avizora audacia, persistencia y empeño.
Cada vez que leo algunos de sus títulos es indudable que Santa Clara y aquellos años saltan en los textos y que han sido savias para su creación.
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