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Crecer con la Memoria

El milagro de enseñar

La Campaña de Alfabetización fue la epopeya que permitió erradicar el analfabetismo y facilitar el acceso universal a los distintos niveles de educación de manera gratuita en el país.

Por Lourdes Rey Veitia

Siempre que escucho a mi madre hablar de la Campaña de Alfabetización, en la cual participó hace 50 años y la convirtió en una excepcional maestra, siento que sus recuerdos van dejando de ser íntimos y personales para convertirse en nuestros con el orgullo de haber hecho algo que ni ella ni sus compañeros creían que realizarían: El milagro de enseñar. Para mi madre, como para muchos de su generación, aquella epopeya fue un sueño que se convirtió en realidad, aun el entusiasmo se le desborda entre anécdotas y evocaciones a pesar del tiempo y no tengo duda que esos históricos momentos la hicieron sentirse útil por primera vez por su país y por el ser humano y que además le dieron un destino indeclinable a su vida. Escucharla es revivir aquellos días donde dice haber enseñado, pero asegura también aprendió mucho más. Ella habla del café carretero en las madrugadas, del gallo como despertador natural, de lavar en un río y del tizne en la nariz por la chismosa de la noche anterior como sus días de gloria. Sabe de costumbres campesinas y de las consecuencias de los vientos del Norte y del Sur como cualquier guajiro porque lo aprendió allí, en la casa de Pino, el jefe de la familia que alfabetizó en San Juan de los Yeras, antigua provincia de Las Villas, uno de los primeros territorios libres de analfabetismos del país. En aquel entonces tenía solo 16 años y lo cierto es que en su escaparate aun se conserva el traje raído con el monograma que la identifica como alfabetizadora, el que ha sobrevivido mudanzas y recogidas. El farol alumbró la casa cuando fue necesario sortear la oscuridad y las cuartillas amarillas de sus primeros alumnos son un trofeo en la gaveta especial de su buró. “Enseñar a aquellos campesinos fue una proeza que solo entendimos cuando Fidel nos lo dijo en su discurso de culminación de la campaña. Aquel día la plaza lucía inmensa y el Apóstol engrandecido, esa imagen siempre la guardo en mi memoria y me parece que me rejuvenece”, ha dicho y en su expresión he sentido sinceridad porque ha sido de los profesores que sin cansancio se han mantenido frente a un aula toda su vida, de los que ha sorteado la clase entre el pizarrón, la tiza, sus propios medios de enseñanzas con el video y las nuevas tecnologías. Cada vez que piensa en aquellos días se le nubla la mirada, aunque se le rejuvenece el rostro, sabe que perteneció a una generación que buscaba algo más allá del horizonte y que encontró el ideal de vivir por un proyecto social único, porque la Campaña de Alfabetización fue la epopeya que permitió erradicar el analfabetismo y facilitar el acceso universal a los distintos niveles de educación de manera gratuita y mucho más porque evidenció que la alfabetización de un pueblo, tanto como el hecho educativo mismo, es un acontecimiento cuyo éxito depende de la participación masiva y unánime de todas las organizaciones existentes y de todos los sectores de la población. Mi madre cuenta su historia como la página más cuidada de un archivo y sigue frente al aula, porque creyó desde el mismo día que formó parte de los alfabetizadores que inundaron toda Cuba, en el milagro de enseñar.

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