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Crecer con la Memoria

Orlando Bosh: Antes de poner bombas ya era asesino

Orlando Bosh: Antes de poner bombas ya era asesino

 

POR Lourdes Rey Veitia

 

 

A mi abuela Marta López Basterrechea, el 6 de octubre  de 1976  la marcó para siempre. Por eso cada vez que se habla de terrorismo o se acerca esta fecha la recuerdo severa, ella que era una mujer apacible.

A  mi mente vienen hoy las imágenes de aquel triste día,  que no sé por qué extraña razón, siempre lo evoco lluvioso.

Tenía  11 años entonces. En mi pueblo, San Juan de los Yeras la conmoción era doble, dos jóvenes del municipio morían en el atentado, Wilfredo y Tomás, piloto y copiloto de la nave .Recuerdo aquel instante. El abuelo tomaba café, la abuela servía a todos el desayuno, que nadie injirió. Nos disponíamos a ir a la escuela. Quedamos conmovidos.

Como salida de lo más profundo del mar la voz de la  abuela se escuchó fuerte, creo que por primera vez para todos en la casa, ella había perdido la dulzura. Alguien le había comentado  que el acto terrorista lo había cometido un contemporáneo suyo de pésima reputación en el pueblo.

Días después cuando se supo quién era el autor de aquel horrendo crimen  dijo: “Ese, antes de poner bombas ya era asesino”, el silencio se hizo más profundo. Se refería a Orlando Bosch con quien había estudiado la primaria en la escuelita urbana del pueblo.

“Siempre fue un abusador, altanero, arrogante, prepotente, tenía necesidad de  protagonismo, se hacía el gracioso, miren a  donde  fueron a parar sus gracias”, expresaba con rabia.

Ella conoció bien a quien en pleno gobierno auténtico desde posiciones oportunistas atacó al mismo capitalismo que  hoy respalda y que fuera en 1945  representante del Ala Derecha de la Juventud en el Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara  donde pierde las elecciones estudiantiles.

De ese  momento recordaba que armó un gran escándalo en ese centro, con armas de fuego incluidas, para ser restituido como dirigente. Lo cual no puede conseguir por la intervención de Severo García Pérez, director del plantel docente. Al retirarse, Bosch  a todo pulmón exclamó: ¡Ustedes verán, no se olviden!

 Y nadie ha olvidado hasta donde ha llegado su prepotencia y su arrogancia.

 Mi abuela sabía que era el hijo de Miguel Ángel y Rosa. Orlando Bosch Ávila nació el 18 de agosto de 1925 en San Juan de los Yeras, luego vivió hasta 1960 en Santa Clara.   Su consultorio médico se encontraba en la calle San Mateo, número 9, entre Ezquerra y Zayas. Aprovechó la prensa local para hacerse popular anunciándose como “Especialista en niños, ex interno del Hospital Infantil de La Habana, ex médico interno del Toledo Hospital, Ohio, USA, y ex médico residente en Pediatría del St. Joseph Hospital, Tennesse.

“Pero había que pagarle bien, contante y sonante”, siempre afirmó. Y  no son pocos los que atestiguan que solo atendía a los pacientes  que poseían las caras tarifas que devengaban sus consultas.

“Se hizo pediatra, pero siempre me he preguntado cómo podía ir esa profesión con ese hombre. Sus pacientes eran solo gentes influyentes. Nunca atendió a pobres, yo sé de quienes tocaron a su puerta para que le atendieran a un hijo enfermo y no abrir, o decir que estaba en otros asuntos. me comentó  y recordaba la anécdota Recuerdo de un  niño que  murió  sin  su atención, eso es un crimen sin poner bombas,  repetía mi abuela  Marta ¡Antes de poner bombas ya era asesino ¡”

Buscaba posiciones a cualquier precio, incluso con artículos científicos  y otros donde exigía la necesidad de hospitales y clínicas infantiles en la ciudad. Nada más alejado de su  sensibilidad, de no ser porque  aspiraba un puesto  como especialista y administrativo de la futura clínica que se  construiría  a  propuesta de la esposa del  sangriento presidente de  Cuba, Fulgencio Batista Zaldívar.

Se autodesignó subcoordinador del M-26-7 en Las Villas lo que ha sido desmentido por Enrique Oltuski   en su  libro Gente del Llano,  donde  dice que  este  personaje no participó en la reunión del Movimiento 26 de Julio por lo que es imposible que ocupase ese cargo.

Inmediatamente  después del triunfo revolucionario empieza a conspirar contra este, más tarde se instaló en Miami,  desde donde ha cometido cientos de  actos vandálicos contar la Isla apoyados por la mafia cubano-americana y el gobierno de los Estados Unidos.

 Aquel día en el silencio del viejo comedor mis hermanos y yo entendimos que era el terrorismo. Para los cubanos los argumentos para pedir justicia por este y otros crímenes cada vez son más profundos y  contundentes, porque el sabotaje está impune.

Mi abuela Marta murió hace algunos años, y durante toda su vida estuvo pendiente de los pormenores de este caso, nunca sintió la satisfacción de ver condenados a sus autores.

Su testimonio sobre Orlando Bosch  quedó en la familia y entre algunos colegas, en especial José Antonio Fulgueiras, quien lo tomó como parte de su crónica en el libro WELCOME HOME.

Por considerarlo personal nunca lo había compartido públicamente, pero aquel recuerdo  es presencia y vigencia. Nada  es personal cuando se trata de desenmascarar a Orlando Bosch.

Como todo el pueblo de Cuba se me saltan las lágrimas viendo por televisión el entierro de las victimas de aquel atentado y escuchando al Comandante en Jefe en la despedida de duelo. Mi abuela lo hacía serena, callada,  casi que incontenible, aún recuerdo la severidad de su rostro, pero con la certeza de que la injusticia tiembla ante el reclamo incansable de este pueblo y Fidel.

 

 

 

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