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Crecer con la Memoria

Mujeres villaclareñas excepcionales

A las patriotas Carolina Rodríguez, Marta Abreu y Haydee Santamaría las une ser mujeres villacalreñas y estar unidas a la causa martiana.

Por Lourdes Rey Veitia

Tres mujeres se distinguen entre cientos de villaclareñas: Carolina Rodríguez Suárez, Doña Marta Abreu de Estévez y Haydee Santamaría Cuadrado. El actuar indeclinable de ellas en la vida las hizo inmensas. Tuvieron un mismo interés: la independencia de la Patria. Una relación, ya bien directa o llegada por la historia, las unió: el ideario de José Martí. Varios fueron los elogios de José Martí a Carolina Rodríguez, conocida como” La Patriota”. Mujer nacida en Santa Clara en 1826 y que poseía méritos conspirativos desde la guerra de 1868, quién vivía y trabajaba en Tampa, por duros años de exilio y quien a pesar de su ancianidad se unió a la Guerra Necesaria. La ternura de Martí hacia esta mujer es similar a la relación de un hijo amantísimo hacia una madre abnegada y esas expresiones de amor extraordinario las dejó escrita el Apóstol en varias cartas, en una de ellas le dice: "¿Quién sabe cuál es el alma cubana? Hay allá en un rincón de la Florida (...) una anciana de buena casa, y de lo más puro de Las Villas que perdió en la guerra su gente y su hogar (...) Por la mañanita fría, con los primeros artesanos sale a las calles, arrebujada en su mantón, la anciana Carolina, camino de su taller, y sube la escalinata de la entrada, y se sienta, hasta que oscurece, a la mesa de trabajo. Y cuando cobra la semana infeliz, porque poca labor pueden ya hacer manos de setenta años, pone en un sobre unos pesos, para un cubano que está enfermo en Ceuta, y otros en otro sobre, para el cubano a quien tienen en la cárcel de Cuba sin razón, y en el sobre que le queda dos pesos más, y se los manda al Club Cubanacán, porque le parece cubano muy bueno el presidente de ese club, y porque ése, Cubanacán, es el nombre que llevó ella cuando la guerra. Con ojos de centinela y entrañas de madre vigila la cubana de setenta años por la libertad, adivina a sus enemigos, sabe donde están todos los cubanos que sufren, sale a trabajar para ellos en la mañanita fría, arrebujada e su mantón de lana. ¡Esa es el alma de Cub Doña Marta Abreu de Estévez, más que benefactora de Santa Clara, fue una gran patriota. Ella y su hijo con los seudónimos de Ignacio y Jimaguayú, respectivamente, encabezaron la lista de donantes a la Guerra Necesaria con más de 800 mil pesos oro. Después del reinicio de la guerra, el 24 de febrero de 1895, junto a su esposo Luis Estévez salen de Cuba y desde Europa estuvieron al tanto de los sucesos que ocurrían en la Isla. A su casa en París acudía cuanto cubano de buena voluntad necesitaba de pasajes, hospedaje; envió al campo insurrecto municiones, rifles, medicamentos, instrumental quirúrgico y mantenía estrecho contacto con las huestes mambisas. Esta mujer es muy conocida porque donó a Santa Clara, la urbe donde nació, lavaderos para que las mujeres de la villa no hicieran esa faena al Sol, rifó máquinas de coser a jóvenes de escasos recursos económicos para que tuvieran una forma honrada de ganarse la vida, dotó a la ciudad de un observatorio meteorológico, un dispensario médico, una planta eléctrica e introdujo el ferrocarril, mandó a construir escuelas para niños y niñas así como un asilo de ancianos. Construyó además el majestuoso teatro La Caridad, joya arquitectónica de la Isla. Pero, fue Máximo Gómez quien la ubicó en su lugar exacto para la historia de la Patria al expresar: “No saben ustedes los villaclareños, los cubanos todos, cual es el verdadero valor de esa señora .Si se sometiera a una deliberación en el Ejército Libertador el grado que a dama tan generosa habría de corresponder, yo me atrevo a afirmar que no hubiera sido difícil se le asignara el mismo grado que yo ostento”. Por su parte Haydee Santamaría Cuadrado, un siglo después, llegó con los primeros tiros del Moncada. Verla en aquella foto tras las rejas, soportando con dignidad las tristes noticias de las muertes del novio Boris Luis Santacoloma y Abel, el hermano, son la imagen de más genuina de la resistencia de la mujer cubana. Se le recuerda como la niña fuerte y enérgica del central Constancia en Encrucijada, la que buscaba la justicia entre los abusos del cañaveral y escuchaba las arengas de Jesús Menéndez. Así se hizo guerrillera y llegó a la Sierra Maestra y fundó el Movimiento 26 de Julio. Fue definitivamente una martiana convencida. Mujer de confianza, encargada de trasladar las armas hacia Santiago de Cuba para el ataque al Moncada y durante el mismo, participó en la toma del Hospital Saturnino Lora. Tras el triunfo revolucionario de 1959 funda la Casa de las Américas, con su sensibilidad exquisita agrupa la intelectualidad revolucionaria del continente y pudo hacer de esa institución una obra de imperecedero amor y de elogio constante al más grande los cubanos: José Martí.

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