CATURLA, AUN MODERNO, RENOVADOR, NUESTRO
CATURLA, AUN MODERNO, RENOVADOR, NUESTRO Este 7 de marzo se cumplió otro aniversario del nacimiento de Alejandro García Caturla, músico y jurista.Por Lourdes Rey Veitia Y Minoska Cadalso Todo quedó intacto en su despacho después de su increíble y trágica muerte. Un olor a rosas e incienso parece envolvernos cuando se le recorre, porque allí es imposible no imaginar la música de Alejandro García Caturla. El escritorio aún lo espera. El porta papel, el porta plumas, la escribanía, el timbre, la cuartilla inconclusa de 1940 en su máquina evocan a un hombre que tenía mucho por hacer. Su título de Bachiller y el de Derecho, colgados firmes de la vieja pared del fondo, los libros de esa especialidad, los expedientes de las más de 200 causas o legajos hablan del jurista insobornable al que asesinaron por su intachable comportamiento. En esa misma pared los certificados de la premiación del Concurso de Música de 1938 de dos de sus obras: Obertura Cubana y Sui para Orquesta; también las colecciones de partituras de figuras internacionales como Bach, Mozart, Beethoven, descubren al músico. El cuadro La Rumba de Eduardo Abela, anuncia al hombre que es mezcla, sincretismo, clasicismo y síntesis. Allí se resume al hombre de pensamiento que dejó escritas consideraciones rotundas y apreciaciones medulares sobre el Derecho y la música en la Isla y el que se distinguió por su ética desprejuiciada al amar y casarse con una mujer negra que fue madre de sus hijos. Dicen que siempre andaba de prisa; que corría tras el sonido de los tambores africanos, cuando se escuchaban por las rejas coloniales de su casona en su natal San Juan de los Remedios. En cambio cuentan que las horas parecían pocas cuando estaba frente al piano.Su niñera se había encargado de cantarle rezos afros. Su pueblo le entregó la herencia de la música inigualable de la parranda. Mezcla solo entendible en su obra Evacua – Sansarí. Fue pianista acompañante de películas en los cines de la capital, interpretó sones, danzones, fundó la Orquesta Sinfónica de Cuba como uno de sus segundos violines. Luego la Filarmónica de La Habana y con solo 19 años se convierte un extraordinario compositor de obras trascendentes, donde lo cubano llegaba a la música sinfónica universal. Sus armonías eran atrevidas y novedosas, razón por la que sus contemporáneos lo comprendieron poco, consideraron desequilibrada su música, quizás también por lo difícil de interpretar, según confesiones incluso de prestigiosos instrumentistas actuales. En cambio su obra se difundía en Norteamérica y parte de Europa. Slonimsky estrenaba su Danza del Tambor, en Nueva York y California. El Bembé en Francia. En Filadelfia Stokowsky dirigía Tres Danzas Cubanas. También Yamba-O, obra capital en su producción, con texto de Alejo Carpentier se escuchaba en La Habana; Amadeo Roldán llevaba la batuta. Después interpretaría su propia música en la Orquesta de Concierto de Caibarién, la cual organizó. Se consagraba el artista: moderno, renovador y nuestro. Sin olvidar la música comienza a oficiar como juez en 1927 en el juzgado de Placetas. Lo hizo como suplente, con sincera honradez y severidad, en varias municipalidades de Las Villas. Quiso tener plaza fija, lo que le fue negado. Las irregularidades de la época no permitían en ese cargo a alguien que siempre se distinguió por su estricto sentido de la justicia. Cumplía su deber con rectitud, no le importó entrar en contradicción con tenientes, sargentos y representantes de las autoridades del gobierno en esas localidades, por lo que fue trasladado a Palma Soriano; no obstante allí siguió siendo enérgico incluso fue victima de un atentado en su propio hogar. Caturla hacía sentir la ley a pesar de las peores consecuencias. Tanto para componer como para dictar sentencia se aflojaba el cuello de la camisa y respiraba profundo; gesto que recuerdan quienes lo vieron caer lentamente en una calle cercana a la Plaza Isabel II de su tierra natal. El reloj del campanario de la Iglesia daba las seis de la tarde del 12 de noviembre de 1940. José Argacha, escolta de la cárcel de Remedios, había sido acusado de proxenetismo. Caturla instruía el caso. Un anónimo lo alertaba de un atentado. Poco podría hacer el juez para evitarlo. Con dos tiros Argacha daba muerte al músico ya universal y al hombre de leyes, famoso por su imparcialidad, en una Isla donde era casi imposible tener esas cualidades. Ante el dolor de la pérdida, su padre, Don Silvino García se encargó de conservar, clasificar y rescatar sus propiedades. Quería atrapar a su hijo Alejandrito en ellas, intentaba así devolverle la vida; Caturla , sin embargo, se perpetuaba desde San Juan de los Remedios para Cuba y para todo el universo artístico mundial
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