Una historia de altruismo y bondad
Por Lourdes Rey Veitia
Para conocer a Jovier, Jesús y René hay subir el Escambray, allá en lo más intrincado de Jibacoa está un aula de primaria donde se gesta diariamente una historia hermosas de humanismo y entrega. Javier y Jesús son dos niños cubanos que presentan discapacidades visuales severas, el primero absolutamente ciego y el segundo tiene baja visión; René es el maestro de ambos.
A Jovier Sánchez, días después de nacido sus padres detectaron que algo no andaba bien en su mirada, aquella sospecha terminó en la más triste de las noticias, una enfermedad maligna, muy poco frecuente- leucocoria bilateral más retinoblastoma- la que llevó varias operaciones quirúrgica, todas millonarias en cualquier lugar del mundo, luego el uso de citostáticos y tratamientos con medicinas que el Estado cubano tuvo que gestionar a altísimos precios y haciendo los más increíbles malabares por el mundo.
Jesús, afortunadamente, tiene algo de visión y aunque limitado no ha tenido que ir al salón de operaciones, pero si ha recibido todas las atenciones médicas que requiere su caso.
Los conocí jugando trompo, luego montaron bicicleta y caballo, me llevaron a casi todos los lugares de la comunidad (tienda, placita, policlínico, joven club) en el trayecto hablaban con los vecinos del lugar y diría que con un oído prodigioso y por un especial sentido de la orientación y del tacto, no se equivocaban ni un centímetro ha donde nos dirigíamos y no se conducían con el bastón muy a pesar de mis recomendaciones.
Jovier increíblemente inquieto, Jesús más calmado, pero atento a todos los detalles. Pueden haber muchos adjetivos para calificarlos, pero al verlos solo se me ocurre decir: Son dos niños felices que tiene sueños, Javier quiere ser fiscal, Jesús ingeniero mecánico.
René, el maestro
René Alonso Pérez se considera un hombre afortunado, de los que la vida le dio un regalo casi único. A los cuarenta años de profesión y a la altura de su retiro decidió comenzar de nuevo.
En el 2005 había tenido una alumna con baja visión; maestro al fin, decidió que debía hacer todo lo posible por ayudarla al máximo. Fue entonces que matriculó un curso para aprender el sistema brayle. “Luego se presentan estos dos casos que son casi de la misma edad, me pidieron que me perfeccionara, lo hice y he aprendido un mundo increíble que me ha hecho mejor persona”.
Cursan actualmente el cuarto grado en el aula especializada para niños ciegos que se creó en Jibacoa. Según su maestro dominan el alfabeto, leen, escriben, conocen los signos de puntuación, elementos de gramática, ortografía, los números hasta el millón, hacen operaciones matemáticas de adición, sustracción incluso con sobrepaso.
“Aprenden muy rápido, lo que cambia es la metodología porque lo demás es igual, por ejemplo en el aprendizaje tradicional el sujeto se selecciona con una raya debajo y el predicado con dos pues aquí ellos escriben el sujeto encima y el predicado debajo y así cada contenido tiene su método y su forma de enseñarlo”.
Ver a René dando clase es como transportarse y saber que hay seres humanos especiales. Ser testigo de cómo estos dos niños en medio del más intrincado lomerío cubano reciben la más esmerada instrucción es un privilegio y la certeza de saber que cualquier sueño es posible en esta Isla.
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