El Che no permitía el menor desliz

José Rodríguez recuerda la voz profunda y severa del Che y el abrazo fuerte que un día le dio.
Lourdes Rey Veitia
José Rodríguez tiene un recuerdo muy particular del comandante Ernesto Guevara. Miembro del movimiento 26 de Julio en la ciudad de Santa Clara, Pepe -como le dicen casi todos- fue llamado en los días finales de diciembre a subir el Escambray porque el Che debía hablar con él.
Al llegar al Pedrero se le presenta de la siguiente manera:
-Comandante, usted me mandó a buscar, yo soy de la Texaco (compañía petrolera norteamericana que tenía inversiones en Cuba). A lo que el Che hoscamente le dice:
- Yo no he mandado a buscar a nadie de la Texaco, puede irse.
José cuenta que poco a poco pudo explicarle la confusión y decirle que él trabajaba en esa empresa, pero que pertenecía al movimiento revolucionario, aunque asegura que sintió durante horas la mirada severa y profunda del Che, “la voz -cuajada y con acento argentino- diciéndole aquellas palabras en seco nunca la he olvidado”.
Días después, ya en la toma de Santa Clara se vuelven a encontrar y José confiesa que el encuentro tuvo otro matiz.
“Mi pelotón estaba luchando por el otro extremo de la ciudad.
Tengo que ir hasta el Tren Blindado a dar el parte de la acción, el estaba recibiendo la información, había euforia, estábamos en las puertas del triunfo era cuestión de minutos. Al verme me da un abrazo, en ese instante yo me digo: ‘No me conoció’, pero el abrazo era demasiado fuerte para se casual, yo tenía más deseos de abrazarlo que nadie, después me di cuenta que sí, que me había conocido, ese abrazo creo que aun me lo está dando”.
Por eso, cuando años después lo escuché decir ‘al imperialismo no le podemos dar ni un tantito así…’ me acordaba de aquella lección que me demostró las inmensas convicciones de este hombre, estaba convencido de cómo actuaba, no permitía el menor desliz.
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