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Crecer con la Memoria

Preludio de una victoria

Preludio de una victoria

Testigos y protagonistas de las acciones del Che en Las Villas dan su visión de aquellos acontecimientos.

Por Lourdes Rey Veitia

Fotos de la autora

 

Desde que salió del Oriente cubano el 24 de mayo de 1958  al frente de la columna 8 “Ciro Redondo” cargó su mochila de esperanzas. Sabía que la victoria estaba a las puertas. Cuando la tropa divisó “la mancha azul en lontananza”, los combatientes recobraron la fe y el Escambray  fue otro con su presencia. Los pasos del argentino Ernesto Guevara trajeron el triunfo a Las Villas.

José González un campesino de Güinía de Miranda, en lo más intrincado del macizo montañoso Guamuhaya, aun se emociona recordando el arribo del legendario guerrillero a la finca “Las Piñas”, propiedad de su familia. “Cuando llegó a la casa preguntó por Emeterio González, mi padre se presentó. Pidió que le diéramos algunos datos como la distancia que había entre la finca  y el cuartel, el tipo de construcción de este, la cantidad de soldados. Así comenzó a preparar el ataque al cuartel de Güinía”, precisa.

La toma del cuartel de Güinía de Miranda fue la primera victoria del Ejercito Rebelde y las topas que operaban en aquel momento en el Escambray. Sobre esta acción el Che dejó escrito “este no fue un combate rentable, pero levantó la moral de los combatientes”. A partir de aquí se consolidó su autoridad, creó la escuela de reclutas, organizó la tropa, estableció la comandancia en Caballete de Casas hasta pactar en el Pedrero.

Orlando Hernández, combatiente del Directorio Revolucionario “13 de Marzo”, recuerda con amargura las diferencias que existían entre los grupos revolucionarios y asegura, “fue una suerte que el Che llegara al Escambray, sino, no se, que hubiera pasado”. Por su parte el comandante Víctor Bordón rememora la impresión que le causó aquel argentino. “Cuando llegué a la finca “Las Piñas” vi ante mí a un tipo de hombre que no conocía: profundo, comandaba una columna, lo mandaba Fidel. Tomó medidas, me degradó, pero no hubo discusión y le dije: me quedo con usted”.

El Che cumplían las indicaciones dadas por  Fidel meses antes: llevar la guerra al centro del país, lograr la unidad en el centro de la Isla, interrumpir las comunicaciones  e impedir las elecciones.

El puente de la victoria

 El 16 de diciembre de 1958 un grupo de hombres comandados por Ernesto Guevara  y ayudados por el pueblo de Falcón  lograron derribar el puente de la Carretera Central que se encuentra sobre el río Sagua la Chica, quedando incomunicado el poblado con Santa Clara, lo que posibilitó la posterior liberación de Placetas.

Jesús Brito, vecino del poblado, recuerda como los pobladores se reunieron para apoyar el derribo del  puente de hierro.  “Era una mole, se hizo con antorchas, el estruendo fue descomunal. Posterior a la destrucción del puente el Che habló al pueblo exhortándolo a que continuaran la lucha por el derrocamiento de la tiranía”.

Después de Falcón  el Ejercito Rebelde no da tregua al enemigo ataca Fomento, Cabaiguán, Guayos, se está listo para llegar a Placetas. Leonardo Casanova, un combatiente de este municipio, al explicar las acciones  evoca: “Los soldados se concentraron en la Colonia Española, en la azotea del teatro, cuando estaban rendidas varias posiciones el Che trasladó su comandancia para la habitación 22 del hotel “Las Tullerías”. 

 “La posición más importante fueron los elevados. Los guardias tenían una trinchera, había una ametralladora que protegía el frente del cuartel. El Che se persona, llamó al capitán Roberto Rodríguez “El Vaqueríto”  para concentrar el fuego, luego se atacó de frente, a las 2 de la tarde del día 23 de diciembre se libera Placetas”.                                                                              

En poder rebelde estaban también las localidades de  Báez, Manicaragua, se operaba en Esperanza Ranchuelo, Santo Domingo. Camajuaní se rindió y en Remedios se armaba la parranda suspendida.

La parranda del triunfo

El tableteo de ametralladoras se confundió con los fuegos artificiales tradicionales de la parranda de remediana, una de las tres fiestas populares de Cuba, suspendida ese año. La Puerta de Hierro, lugar cercano a la entrada del pueblo donde residía la familia Fuentes, fue el lugar escogido por el Che para organizar la toma de la Octava Villa.

José Fuentes conserva como un tesoro la piedra donde se sentó el Che aquel día en que llegó a su finca. Rosendo Hernández, combatiente remediano tiene en su poder, como lo más cuidado de su archivo personal, una nota de Guevara para el capitán  Emérido Mariño donde daba la orden de ataque a Remedios.

“El documento dice: Emérido, vete al cuartel con precaución, estos milicianos te guiarán.  M- 26 -7. Che, yo fui el quien llevó el mensaje”, afirma con orgullo.

Aquel triunfo tenía el mismo sonido ensordecedor de la parranda, que también huele a pólvora, pero esta vez  como estandarte los barrios desplegaron desde la  torre de la Iglesia Mayor una inmensa bandera del 26 de Julio  que ondeó como símbolo de victoria.

 El niño de Caibarién

A nueve kilómetros de Remedios está la ciudad de Caibarién, hacía donde se dirigieron también las acciones del Ejército Rebelde. Víctor Castro hoy es un hombre maduro, un pescador  curtido por el sol, pero conserva un tierno recuerdo de Guevara.

Exactamente el día en que fue tomada la Villa Blanca- 26 de diciembre de 1958- Víctor  con a penas  diez años estaba muy enfermo, no se le podía contener la fiebre.

“Me reportaban grave, mis padres fueron a ver al médico Cabrera, él estaba atendiendo al Che que tenía el brazo partido. El médico expresó: ‘cuando termine con el Comandante voy a ver al niño’. El Che no lo permitió y respondió nada de eso vea primero al niño que yo espero”.

Mientras esto sucedía  el Comandante Camilo Cienfuegos actuaba en la zona Norte,  al mando de la columna 2  “Antonio Maceo”. Tomaba posiciones y cercaba Yaguajay. Se actuó también en Zulueta. Al Che le quedaba Santa Clara.

Su batalla

Santa Clara y  el Che siempre  han tenido una  confidencia entrañable desde aquel día en que llegó por  un camino vecinal hasta la  universidad. Es la  ciudad de sus industrias, y por sobre todo, la ciudad de su batalla, de su retorno.

Los vecinos del reparto universitario recuerdan el trasiego de barbudos en la madrugada  cuando se instalaba la comandancia en ese centro docente. Remigio Jiménez  habla de  los primeros caídos en la carretera de Camajuaní al enfrentarse a una tanqueta de la dictadura; otros aseguran sentir la presencia de Guevara en la comandancia que instaló en el edificio de Obras Públicas en medio de la batalla.

En la Loma del Capiro, parte más alta de la ciudad de Santa Clara, se situaron más de cuatrocientos soldados batistianos para impedir el avance del Ejercito Rebelde. No obstante los barbudos entraron, combatieron y  los obligaron a abandonar la elevación. Contaron  con el apoyo de la población. Los soldados batistianos se refugiaron en el Tren Blindado que estaba apertrechado con los más sofisticados medios bélicos de la época, el cual fue descarrilado por el Che.

Teresa Lara, vecina de Santa Clara, asegura que aun  se pone nerviosa cuando ve un tren porque presenció el descarrilamiento. “La lluvia de cócteles molotov fue inmensa, los fusiles disparaban. Al rato sacaron una banderita blanca, el calor los mataba. Vi al Che caminar hacia el tren, recuerdo que el pueblo no quería que fuera, creíamos que era una encerrona, pero el entró, lo acompañaban representantes de la Cruz Roja. Luego fue la rendición”, esta mujer emocionada cuenta esta vivencia como quien narra una ficción.

Fueron cuatro días de combate. Se bombardeaba la ciudad. Se luchó también en el Cuartel de Los Caballitos, en la Audiencia, el Gobierno Provincial, la cárcel,  en el Cuartel 31 de la Guardia Rural, la Estación de Policías, el Regimiento Leoncio Vidal se rindió y en el Gran Hotel, actual Santa Clara Libre, quedan las huellas de la batalla.

“Para tomar el hotel se trae una tanqueta, recuerda el combatiente Orlando García, los esbirros salen huyendo hasta la azotea y dejan libre a los civiles que empiezan a gritar. Cuando el Che sabe que hay civiles detiene el fuego para evacuarlos, luego ordena  subir por el quinto piso, allí hay un incendio y el Che fue a socorrernos, sin medir consecuencias”.

 El Vaquerito

Ángel Pérez  tuvo el privilegio de conocer al “Vaquerito” en medio de la batalla.

“Estaba  eufórico, luego de tomar el Tren Blindado, entonces se dirige a la Estación de Policías, yo lo acompaño por esa parte de la ciudad, poco después conozco de su muerte, no podía creerlo. Fue duro saber esa noticia”.

El capitán Roberto Rodríguez “El Vaquerito” fue el combatiente que valía por cien, la vida que se apaga  injustamente minutos antes del triunfo, quien siempre estuvo en el momento más difícil y en la circunstancia más complicada, uno de los que un día pudo haber luchado en Bolivia.

La segunda entrada a Santa Clara

Francisco Rodríguez, vecino de Santa Clara, es de los que afirma que el Che tuvo una                     segunda entrada a la ciudad. “La primera hace 52 años para combatir y ganar. La segunda cuando llegó a su definitiva comandancia: el Memorial. Esa vez  para seguir combatiendo y ganando eternamente. Allí el Guerrillero Heroico no reposa. Fidel nos lo dijo aquel día: ‘No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a  recibirlos’, porque si alguien conoció bien al Che fue Fidel y nos dejó claro que era inspiración para nuestras metas”, concluyó.

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