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Crecer con la Memoria

Me llaman Cuba

ME LLAMAN CUBA
Por Lourdes Rey Veitia

Juan Carlos no está triste , aunque es muy difícil describir su rostro. Acaricia a este y aquel en la casa, “el pelo ya sin color” de la madre se entreteje en sus manos. Marlon, el hijo, entona la trompeta, son leves arpegios de aquella canción que casi todos han tarareado alguna vez, por el espacio vacío del amigo que se va. Damaris, la niña, no se desprende de su cuello. A la esposa la acaricia en los hombros , en la nuca, ella responde con pequeños besos. El padre, bolerista de nacimiento, canta. Esta vez Tu mi delirio o La gloria eres tú.
El barrio está acostumbrado a estos guateques en casa del viejo Oreste Aguila , allá en San Juan de los Yeras, en Villa Clara, pero sabe también que esta vez es diferente .Es la despedida. Han comenzado los apretones de manos de los amigos, los recuerdos, y las criollas frases, ‘guapea, ya eres un hombre’, le dicen. Él sin hablar parece responder, ‘es cierto me hice hombre, no sabes cuanto’.
Es que al Dr. Juan Carlos Aguila se le vio crecer entre bolas , guantes y bates en esa cuadra. Luego atendió, siendo medico de la familia de su poblado, a casi todos por alguna sencilla o penosa dolencia y siempre lo hizo tatareando música. Desde hace 18 meses presta servicios en la Republica Bolivariana de Venezuela, en el Estado de Vargas, en puerto Maya en la zona intrincada de la costa, donde nunca sus pobladores habían visto un médico.
Hizo partos, logró que la mortalidad infantil bajara notablemente en ese territorio, se enfrentó al dengue, a infecciones y enfermedades desconocidas para él . Construyó así su propia historia. Este martes vuelve. “ Mis pacientes me esperan, entre ellos y yo se ha establecido una inmensa relación. Al principio me veían con reservas, pero ahora soy su ídolo, han visto que en realidad podemos curar, salvar vidas, y al final me he convertido allí en el consejero de todos y de todo.
“El mes en Cuba ha sido reconfortante, la familia me ha dado savia para continuar la labor, ellos entienden que debo regresar y me apoyan. Saben que cumplo una misión útil, que es una experiencia profesional única que emprende mi generación. Los amigos y mi pueblo me reconocen, eso estimula a llegar a Venezuela y continuar haciéndolo bien , dando en cada consulta lo mejor de uno.
“Es mi deber, lo aprendí de todos en la casa y del amigo que un día estuvo en Angola mientras yo estudiaba medicina”, cuando dice esto la guitarra del padre va dejando escuchar aquella otra entrañable canción, Cuba que linda es Cuba, y la trompeta del hijo lo acompaña, todos se le unen. Hay alegrías y lagrimas. Más que eso hay convicciones.
Juan Carlos vuelve este martes al paraje que hace 18 meses fue nuevo y desconocido para él, pero que ahora es suyo por derecho propio, “volveré a extrañar los míos, a confundir los árboles venezolanos con la ceiba y los flamboyanes de San Juan ,volveré en sueños a escuchar las canciones de mi viejo, decir otra cosa es mentir, pero estoy dispuesto a pasar por esa nostalgia otra vez, porque ella se reconforta cuando tienes la posibilidad de curar y sabes que en tus manos están personas desprotegidas que confía en ti , esas que te han quitado el nombre, porque allá yo no me llamo Juan Carlos , allí me nombran Cuba, afirma mientras se une al coro que canta, Y un Fidel que vive en la montaña , un rubí, cinco palmas y una estrella.

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